martes, 14 de agosto de 2012

Días de radio



En nuestro primer acercamiento al género crónica, seleccionamos una anécdota o algún momento significativo de nuestro programa de radio Ni un minuto de silencio para relatar muy brevemente. Éste fue el resultado.

***

Santiago Bocco
Unos minutos faltaban para salir al aire. No muy pocos porque ya se hubiese apagado el televisor. River visitaba Entre Ríos para enfrentar a Patronato y se encontraba perdiendo por un gol a falta de cinco minutos. En el tiempo adicionado, “recuperado”, según lo define el Futbol Para Todos, al club millonario le cobran un penal. En ese instante, en un simple segundo, el aire que se respiraba en el ambiente se transformó en esperanza. Pero en una esperanza opuesta. Por un lado, el sueño del posible gol del club de Núñez. Por otro, lo imposible para que ello no pase. Cualquier hecho, por más sobrenatural que sea, uno se imagina para que el remate no llegue a la red. Tomó la pelota Alejandro “Chori” Domínguez y su disparo se abrazó con la manos del arquero. Ese aire esperanzador transitó dos caminos totalmente distintos: la vía del festejo, goce y la alegría y el sendero de la desesperación, bronca y casi llanto.

Chino Rozemberg
Se acercaba la hora y los nervios comenzaban a notarse en la cara de todos nosotros. El reloj marcaba las 16:24. Estábamos sentados en grupos en las cómodas mesas que se encuentran cerca del estudio. El primer programa del taller de producción periodística estaba por arrancar. “Ni un Minuto de Silencio” estaba a punto de empezar a hablar. Algunos preocupados por lo que debían decir en sus columnas, otros más relajados caminando el amplio espacio del edificio ubicado en la calle Ravignani, pero todos esperando con ansias el inicio del programa. Pese a que la preparación previa en el taller había sido buena, Flavia auto-criticaba el trabajo que habíamos realizado y nos hacía sentir que no llegaríamos a expresar todo lo que queríamos durante la trasmisión. Nuevamente, el grupo se dividió entre los que tenían la misma sensación y los que aguantaban con mayor tranquilidad. Por suerte las agujas estaban livianas y no fue tan dura la espera. Cuando el reloj digital que se encuentra centímetros arriba del vidrio que separa el estudio con la sala de operaciones marcó las 17:04, las voces de los jóvenes alumnos del Colegio de La Ciudad salieron a la luz y todas las intimidades previas quedaron en el olvido.

Primero primerísimo (por Abril García)
La luz tenue que ilumina la sala radial apenas ilumina sus hojas informativas. Están fríos y un tanto desacostumbrados, no lo hablan, pero los nervios se hacen presentes. Todavía falta una hora, eso los deja tranquilos. Las lapiceras dejan su tinta sobre el papel transcribiendo las consignas. El reloj marca las 16.30, sólo media hora. Las mesas redondas siguen soportando sus papeles con información. La hora llega, el primer programa está listo para empezar, suena la cortina, las voces se hacen escuchar con potencia y firmeza, los temas se presentan, el Ciudad vuelve a la radio. El vidrio grueso les deja ver al operador marcándoles la tanda. La presentación termina, la música suena. Este gran comienzo les da seguridad, ya nada los para. El programa adquiere color y vida, junto con su nombre honrado, ya que de ahora en más, silencio no hay ni un minuto.

Voz quebrada (por Juli Gondell)
Era mi turno. La cortina musical me daba el pie para comenzar a hablar. Una introducción intrascendente se tomaba el trabajo de ablandar mis nervios. Mientras decía frases sin mucho sentido, mi cerebro empezaba a formular las oraciones que vendrían después. Eran mis palabras las encargadas de introducir a los oyentes a nuestro tema del día: la identidad de género. Por unos segundos dejé de escuchar todo tipo de sonido que antes salía por los auriculares. Automáticamente, mi concentración se perdió en el espacio del estudio. Mi voz se quebró, dejó de salir. Un breve silencio se apoderó del programa, hasta que nuestro atento conductor interrumpió el vacío con una frase salvadora.

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