lunes, 20 de agosto de 2012

Nueva emisión de "Ni un minuto de silencio"


Aquí, el sábado pasado, tras una nueva gloriosa emisión (ya la séptima de Ni un minuto de silencio), con invitados de lujo: Lautaro Pons (2A) y Jazmín Ohanian, integrantes de la ONG "Proyecto Desarme", que vinieron a contarnos sus propuestas.

Además, debatimos sobre el sistema penal en Argentina y sobre otros penales: aquellos históricos en el mundo futbolero. Recibimos a nuestro compañero Dylan Bokler recién llegadito del intercambio en Brasil y conmemoramos un nuevo aniversario de la muerte de Elvis Presley.

Y a cuento del feriado... los oyentes nos contaron sus disfraces más ridículos en las fiestas patrias escolares.

Con un click a tu derecha... no te pierdas la grabación de este último gran programa

miércoles, 15 de agosto de 2012

Crónicas para leer frente al micrófono



Continuamos con la crónica, esta vez para el formato radial. Pensamos un hecho reciente y relevante para redactar con el orden cronológico característico del género y ser leído con la cadencia propia del lenguaje radiofónico.

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Argentina-Brasil (por Bruno Di Saia)
El reloj marca las 16:00. No estoy seguro qué va a pasar. Yo, sentado en la silla, mientras escucho el himno argentino que suena en un estadio de Londres. Argentina-Brasil, básquet, uno de los partidos más importantes de la historia de esta selección. Manu, el Lancha, Luifa, Chapu, Pablito queriendo hacer historia. Mientras trato de ponerme en positivo, el referí del partido ya lanzó la pelota hacia arriba. Posición para Brasil y ya empezaba a sufrir. A pesar de ser la primera pelota, para mí era una mala señal. Estaba solo en mi casa disfrutando, por ahí, el último partido de la “Generación Dorada” de básquet; pero no esperaba que fuera el último. Siete minutos pasaron de este primer cuarto, llegaban mis hermanas pero a mí nada me importaba nada. Pudiera haber entrado un ladrón y si no se llevaba la tele yo no me detenía a ver qué pasaba. El primer cuarto era para Brasil. Unos puntos separaban a Argentina de su máximo rival en cualquier deporte; siempre es una rivalidad. Los comentarios no eran prometedores, algo como “la de Brasil es la mejor defensa de todas” o “a Marcelinho Huertas no lo para nadie”. El segundo cuarto era argentino. Delfino y sus triples, Manu y sus asistencias, Scola y sus dobles que entraban limpios, casi sin tocar la red. Cinco puntos por arriba y en el entretiempo seguía cayendo gente al baile. Todos viendo el partido. Tercer cuarto y diferencia de diez. Pero en el cuarto, Brasil se acercaría en el final. Se ponía a cuatro puntos, ahora sí estaba preocupado, y con gotas de sudor festejaba cada mínimo punto como un gol de River. Scola no metía los libres y Brasil a cinco. “Va de tres yyy, nada”. Se fue la pelota y chau Brasil. Argentina y una semifinal que se viene con los Estados Unidos, el mejor equipo del mundo.

Dentista (por Abril García)
La espera en el dentista tiende a ser siempre igual. Y el lunes pasado, como era de esperar, no varió. Los sillones sostienen a los miedosos, cansados y aburridos pacientes. De fondo, se escucha el agudo y terrorífico ruido del torno; la luz blanca de la sala de espera impide el sueño; y las secretarias con sus tacos parecen pisar huevos al caminar. Y esto es así por media hora, hasta que se escucha la voz de la malhumorada dentista diciendo tu nombre. La espera termina, la boca se abre, el dolor empieza.

Partido (por Agustín Rozemberg)
Qué poco faltaba para el partido. Tras un mes de abstinencia, mi rojo querido volvía a las canchas. Ansioso y expectante aguardaba el pitido inicial. El reforzado Independiente se medía con Newell´s en Rosario y la cita era muy prometedora. Las entradas estaban agotadas y una caravana de hinchas visitantes transitaba la ruta Buenos Aires-Rosario. Lamentablemente, yo tuve que envidiar el espectáculo por TV. Mi casa, mi tele, mi familia, mi casaca y muchas cosas más parecían prepararse para el partido. Para ese partido, y para mi partido. Cuando Independiente juega, yo ya no soy yo. Y los que me conocen lo saben. Mi estado de ánimo cambia a medida que mi equipo cambia. Sufro de una especie de salvajismo cuando veo a esas once camisetas rojas correr y correr por el campo de juego, y no puedo no expresarlo. Cuando las banderas ya estaban colgadas en el agujero de la chimenea roja, mi chimenea roja, y mi familia ocupaba los sillones habituales de cada partido de visitante, todas esas ganas de ver y poder alentar al rojo salieron a la luz. Nuevamente, como desde hace ya quince años, esa sensación única de cuando sale Independiente a la cancha volvió a hacerse sentir en todo el barrio de Florida.

Fútbol desde el arco (por Bruno Annuiti)
La tarde se hacía presente en Palermo Fútbol, ahí cerca de Juan B. Justo y Santa Fe. Los jugadores ya estaban en el campo de juego. El tiempo no favorecía, la lluvia se hacía presente. Recorriendo todo el campo llegué al arco que debía proteger con mi vida. El partido comenzaba. El encuentro generaba muchos roces. En la primera llegada de gol nuestro equipo marca con una gran definición.  Consecutivamente, y con las habilidades de grandes delanteros, el primer tiempo terminaba con un resultado parcial de 3 a 1 a nuestro favor. El partido parecía liquidado. La cancha se volvía aún más espesa. En tres llegadas fugaces, en el comienzo de la segunda mitad, el partido quedaba igualado a tres. Los contrincantes presionaban a más no poder. Llegaron cuatro veces más al arco, en dos de ellas supe responder con eficacia pero en dos rebotes se pusieron dos goles arriba. Quedaban diez minutos para el final del partido. Con la bandera en alza los pelotazos para levantar el resultado no tardaron en llegar, y en dos contras claves y de ágil salida el partido quedaba igualado en 5. En la última jugada del encuentro, con un ambiente casi de película, quedaba un último tiro libre a nuestro favor. Con un centro pasado el balón llego al segundo palo.  El más pequeño de todos marcó el gol de la victoria con un cabezazo al ángulo. Llegábamos a la punta  gracias al gran esfuerzo del grupo y sin dejar de soñar por la obtención del campeonato.

Final (por Mica Vainikoff)
Ocho y media de la noche, estaba lista para ver la final de la Copa Argentina entre Boca y Racing. Me puse la remera, acomodé la silla por cábala, prendí la tele y empezó el partido. Estaba medio preocupada por cómo había jugado boca contra Quilmes el domingo pasado, en el que perdió 0 a 3. Igual, como siempre, me llené de esperanza y empecé a alentar al equipo desde el otro lado de la pantalla.
Boca empezó jugando mal. Pero de a poco empezó a mejorar y a los 27 minutos llegó el primer gol, un golazo del “Tanque” Silva. Lo grité con todas mis fuerzas abrazada a mi perro que estaba al lado mío haciendo el aguante.
En el entretiempo aproveché para meterme en facebook para ayudar  en un trabajo práctico que tenía que hacer con unas compañeras. Aunque tuve la intención, el tiempo no me ayudó. ¬No pude escribir ni dos palabras cuando tuve que bajar otra vez a ver la segunda mitad del partido.
Para mi suerte y la de muchos hinchas de Boca llegó el segundo gol; Viatri nos dio la alegría. Nuevamente un festejo, pero no duró mucho porque Racing logró descontar. Los últimos veinte minutos del partido fueron todas situaciones para Boca, que no llegaba a concretar. Aunque los dos se esforzaron para convertir, no se le dio a ninguno. El resultado entonces fue 2 a 1. Boca ganó la primera Copa Argentina y yo me fui a dormir feliz y contenta.

Ausente sin aviso (por Candelaria Deferrari)
Aquel martes siete de agosto me ausenté del colegio. El cielo estaba gris y, según el pronóstico del día anterior, se avecinaba una tormenta eléctrica. Ni una semana había transcurrido desde el retorno del receso escolar. Aún así, decidí que me encontraba muy cansada y que ya era hora de un día libre. Para mi papá la excusa fue que me dolía la cabeza, ya que me había dormido encerrada con la estufa al máximo. Esto era en parte cierto, pero había un factor clave a la hora de decidir si sacrificar una falta: ese día tenía educación física. No tenía ganas de ir. Vicente López está a casi una hora de mi casa, al menos en bondi. En fin, en este día sin obligaciones, dediqué mi tiempo a tan sólo dormir, cocinar, comer y ver unas películas.

Olvido (por Javi Forster)
Entrando al chino en un día soleado tenía que comprar una serie de cosas que me habían encargado. Al entrar noté que me había olvidado la lista de compras y tuve que improvisar según lo que recordaba que me habían encargado. Lamentablemente, apenas recordaba la mitad de las cosas que me habían encargado y pensé que sería mejor volver a mi casa para (…)

Encuentro surreal (por Juan Fernández)
Ayer estaba caminando con mis amigos por la calle Moldes en busca de nuestro amigo “Lorenzo Mazzocco”, que nos viene a visitar cerca de la escuela frecuentemente. Llegando a Echeverría lo vimos cruzando la calle hacia nosotros. En ese mismo momento, entre él y un miembro de la pandilla, al que me dirijo con el nombre de “Oihan”, hubo un contacto visual en el que se podía ver el amor entre ellos y lo tanto que se extrañaban. Los dos corrieron a abrazarse con tal brutalidad que terminaron en el piso, uno arriba del otro. Entonces, algunos comenzaron a patearles las costillas con supuesto amor. Otros miramos con mucha atención. Y más tarde, mientras seguíamos todos descontrolados,  Martin Shindell, otro miembro de la pandilla, saltó desde un escalón sobre un globo para explotarlo. Y ese sonido provocó un corte en la  situación que se había producido.

martes, 14 de agosto de 2012

Días de radio



En nuestro primer acercamiento al género crónica, seleccionamos una anécdota o algún momento significativo de nuestro programa de radio Ni un minuto de silencio para relatar muy brevemente. Éste fue el resultado.

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Santiago Bocco
Unos minutos faltaban para salir al aire. No muy pocos porque ya se hubiese apagado el televisor. River visitaba Entre Ríos para enfrentar a Patronato y se encontraba perdiendo por un gol a falta de cinco minutos. En el tiempo adicionado, “recuperado”, según lo define el Futbol Para Todos, al club millonario le cobran un penal. En ese instante, en un simple segundo, el aire que se respiraba en el ambiente se transformó en esperanza. Pero en una esperanza opuesta. Por un lado, el sueño del posible gol del club de Núñez. Por otro, lo imposible para que ello no pase. Cualquier hecho, por más sobrenatural que sea, uno se imagina para que el remate no llegue a la red. Tomó la pelota Alejandro “Chori” Domínguez y su disparo se abrazó con la manos del arquero. Ese aire esperanzador transitó dos caminos totalmente distintos: la vía del festejo, goce y la alegría y el sendero de la desesperación, bronca y casi llanto.

Chino Rozemberg
Se acercaba la hora y los nervios comenzaban a notarse en la cara de todos nosotros. El reloj marcaba las 16:24. Estábamos sentados en grupos en las cómodas mesas que se encuentran cerca del estudio. El primer programa del taller de producción periodística estaba por arrancar. “Ni un Minuto de Silencio” estaba a punto de empezar a hablar. Algunos preocupados por lo que debían decir en sus columnas, otros más relajados caminando el amplio espacio del edificio ubicado en la calle Ravignani, pero todos esperando con ansias el inicio del programa. Pese a que la preparación previa en el taller había sido buena, Flavia auto-criticaba el trabajo que habíamos realizado y nos hacía sentir que no llegaríamos a expresar todo lo que queríamos durante la trasmisión. Nuevamente, el grupo se dividió entre los que tenían la misma sensación y los que aguantaban con mayor tranquilidad. Por suerte las agujas estaban livianas y no fue tan dura la espera. Cuando el reloj digital que se encuentra centímetros arriba del vidrio que separa el estudio con la sala de operaciones marcó las 17:04, las voces de los jóvenes alumnos del Colegio de La Ciudad salieron a la luz y todas las intimidades previas quedaron en el olvido.

Primero primerísimo (por Abril García)
La luz tenue que ilumina la sala radial apenas ilumina sus hojas informativas. Están fríos y un tanto desacostumbrados, no lo hablan, pero los nervios se hacen presentes. Todavía falta una hora, eso los deja tranquilos. Las lapiceras dejan su tinta sobre el papel transcribiendo las consignas. El reloj marca las 16.30, sólo media hora. Las mesas redondas siguen soportando sus papeles con información. La hora llega, el primer programa está listo para empezar, suena la cortina, las voces se hacen escuchar con potencia y firmeza, los temas se presentan, el Ciudad vuelve a la radio. El vidrio grueso les deja ver al operador marcándoles la tanda. La presentación termina, la música suena. Este gran comienzo les da seguridad, ya nada los para. El programa adquiere color y vida, junto con su nombre honrado, ya que de ahora en más, silencio no hay ni un minuto.

Voz quebrada (por Juli Gondell)
Era mi turno. La cortina musical me daba el pie para comenzar a hablar. Una introducción intrascendente se tomaba el trabajo de ablandar mis nervios. Mientras decía frases sin mucho sentido, mi cerebro empezaba a formular las oraciones que vendrían después. Eran mis palabras las encargadas de introducir a los oyentes a nuestro tema del día: la identidad de género. Por unos segundos dejé de escuchar todo tipo de sonido que antes salía por los auriculares. Automáticamente, mi concentración se perdió en el espacio del estudio. Mi voz se quebró, dejó de salir. Un breve silencio se apoderó del programa, hasta que nuestro atento conductor interrumpió el vacío con una frase salvadora.

lunes, 6 de agosto de 2012

Los jóvenes de ahora, los jóvenes de entonces…

Por Rochy Sánchez Molina



Veintitrés años pasaron ya desde el comienzo de una década infame, oscura, en la cual predominaron los intereses particulares, o de algunos pocos, por sobre los intereses públicos. Los jóvenes de entonces y los jóvenes de ahora de alguna forma u otra nos vimos y nos vemos afectados por las medidas impulsadas por el gobierno menemista. Es por esto que consideramos necesario plasmar qué participación han tenido los jóvenes en la década de los noventa y qué participación tienen ahora.

La historia del neoliberalismo argentino tiene varias aristas, pero dicho sistema socioeconómico encuentra su auge entre el año 1976 y el año 1983 con la última dictadura cívico-militar, en la cual Cavallo y Martínez de Hoz se encargaron de implementar medidas que consistían en la especulación, en el enriquecimiento desmedido por parte de los grandes grupos económicos y en la restricción de la participación activa del Estado en cuestiones de carácter público. Los noventa no son más que una década encargada de continuar y profundizar el modelo neoliberal iniciado por la dictadura, ya que, sin la intervención de dicho régimen de facto, lo sucedido en esa época probablemente no hubiera ocurrido.

Teniendo en cuenta este panorama nos preguntamos: ¿qué rol cumplían los jóvenes entonces y qué rol cumplen los jóvenes ahora? En principio, los jóvenes de antes y de ahora no se ven influenciados por las mismas cosas. La década del noventa se ve atravesada por las privatizaciones tanto de la telefonía, como de Aerolíneas, pasando por YPF, los ferrocarriles, la jubilación forzada a miles de trabajadores y la de diversas empresas químicas y petroquímicas, entre otras. Actualmente, los jóvenes nos vemos influenciados por un Estado cuyo interés es el de preservar el bienestar de los sectores medios y bajos y no sólo de los grandes grupos económicos; un Estado interesado en impulsar a los jóvenes a la militancia y a la participación de los mismos en la política. Los noventa tuvieron como protagonista a los sectores más exclusivos, aquellos sectores más conservadores, aquellos que creían en lo que es "normal" y lo que no, y aquellos que creían que lo primero se rige en base a la mirada de las grandes potencias mundiales como Estados Unidos y Europa. Este gobierno, por otra parte, cree en la independencia tanto financiera como cultural de América Latina y se rige en base a la intervención del Estado, por ejemplo, sobre las instituciones de salud y educación pública; un gobierno que no se basa en el dólar, en el euro ni en el Merval. Un Estado que protege a los sectores que no invierten en la bolsa o viajan a Europa.

Los jóvenes, básicamente, consideramos que es importante que se nos escuche. Y el incentivar a los jóvenes a participar en la política es una forma de hacernos escuchar, pero también es una forma de preocuparnos e interesarnos por las problemáticas que nos rodean, porque al fin y al cabo somos los jóvenes quienes tomarán la posta y quienes continuaremos con un modelo de país determinado. Los jóvenes y su imperante necesidad de cuestionar, transformar y reclamar son quienes llevarán el estandarte de la lucha. Los jóvenes de los setenta, los ochenta, los noventa y los jóvenes de ahora somos los mismos, en cada uno de nosotros hay una parte que cree fervientemente que un país más equitativo e igualitario es realizable. Está en cada uno despertarse y darse cuenta de que somos un eslabón fundamental en esta cadena o quedarse cómodo en su casa aceptando todo a rajatabla, creyendo que las cosas son inmodificables y que son así porque así tienen que ser. Nuestro miedo ante la indiferencia es que puedan resurgir las sombras de la dictadura o de los noventa, y que los jóvenes, los trabajadores, la clase media y las clases populares vuelvan a ser amordazados o cegados con la venda del individualismo. Así que si sos joven y te sentís inquieto por saber qué está pasando afuera y qué podés hacer para mejorarlo, apagá la computadora, la tele, "bajá el vidrio" de la indiferencia, salí de lo que es "normal" y lo que no, así de una vez por todas nos aseguramos que esas sombras del pasado no vuelvan a resurgir.