Se armó
Plaza en el arte
Por
Abril García
Mañanita tempranita. Se huelen las ojeras de los que
vinieron temprano y se ven los olorcitos del choripán empezándose a cocinar.
Yami que organiza. Remeras del staff yendo y viniendo, se multiplican y van
llegando los que lograron levantarse de la cama. Llegan Nico y su cámara, para
registrar las primeras horas y ya todo se va formando.
¿Escenario? Listo. ¿Radio? Suena. ¿Choripanes? Calentitos. Actores
a escena. Son ellos, los cuatro que van a inaugurar el Festival Arte en la
Plaza 2013. Se los ve pasando de la carpa de materiales a un auto colorido y
con globos. Avanza y simula entrar en la plaza. Salen ellos de a uno y cada uno
con su show: una novia solterona, una Banana en Pijama, una surfista y un guía
de safari. Tras generar risas y ambiente festivo, dan comienzo al Festival. Ya
la radio hace sus menciones. Hay de todo y en el escenario van rotando
ensambles y bandas: de Uruguay, del Colegio, de Tango, de Folclore, de Jazz.
Se ven abuelos con su taller de “juegos de antes”, nenes
pintando y haciendo esculturas, telas decoradas, milongas, el PAMI bailando
folclore. Vuelan telas, plasticolas,
brillantina, valeros, imanes, papeles, lápices, marcadores. Se ve una pelota
que va y que viene, es el área del “Recreo”, donde el deporte tiene su lugar. Los
circenses también vinieron, se cuelgan de telas y dan piruetas; y aparece Oye
Chico en compañía con tambores y su saxo musicalizando el pasto. Fotos que van, kermesse que viene, dibujos
terminando, indumentarias que comienzan. La tarde sigue pasando y cada minuto
es aprovechado.
Va cayendo el sol. “Las bujías de Hugo” suenan y el
corazón del Festival se llena para ir terminando el día. Falta el bailongo y llega
de la mano de Los paquitos. Todos bailando: Néstor con su sombrero, los actores
maquillados, los abuelos que quedaron y los chicos que aguantaron hasta el
final. Se llena la plaza de cumbia y se va cerrando una vez más el telón de una
Plaza llena de Arte.
…
Una fiesta
Por Jacinta Fischerman
A
las once de la mañana del sábado 5 de octubre, llegué a la plaza de 14 de Julio
y Giribone. El sol salía por entre las nubes y la temperatura comenzaba a subir
cada vez más. Había poca gente en la “25 de agosto”. Tijeras, tules, cámaras,
cintas, alfileres y pelotas, eran algunos de los objetos que recorrían las
manos de todos los organizadores. Los vecinos de Villa Ortúzar se acercaban,
curiosos, preguntando por esta puesta en escena que crecía y crecía. Nosotros,
los periodistas, les contábamos de este carnaval que se venía armando, mientras
colgábamos la bandera que imponía la frase: “Acá estamos los que hablamos”.
A
las 13 comenzamos a arengar a través de la radio abierta. Gritando y anunciando
lo que se venía, no dejamos de hablar ni un solo segundo para que todos se
acercaran al sector del escenario, en el que algunos chicos del taller de
teatro actuaron, bailaron y cantaron, abriendo así el Festival.
Después
de la apertura, todo fluyó muy naturalmente. Las bandas se sucedían en el
escenario, los chicos de “Redes Club de Circo” volaban y jugaban, la gente no
solo observaba sino que también participaba de los talleres y nosotros
seguíamos recorriendo toda la plaza, con nuestro relato radial y con pequeños
paseítos que dábamos cada tanto. Estos paseítos buscaban tanto proveer de papel
y lapicera a la gente que quería decirle algo a alguien en la plaza, como en pasear
por los distintos talleres: Inventalingüas, Fotografía, Ajedrez, Pintura,
Cerámica, Percusión y muchos otros.
Muy
a nuestro pesar y sin que nos percatáramos, la luz comenzó a disminuir, y ese
sol que se había animado a salir, volvía a esconderse nuevamente. Mientras
escuchábamos la anteúltima banda, “Las bujías de Hugo”, el frío comenzó a inundar la plaza y nosotros
a convertir nuestro movimiento en baile.
Cuando
“Los paquitos” subió al escenario, nuestro tímido baile se convirtió en el tan
esperado “bailongo”. Profesores, alumnos, padres, hermanos y vecinos perdían su
rol y su etiqueta, mezclándose en el mismo ritmo, en el mismo movimiento, casi
como en un carnaval. La cumbia transformaba el frío y nosotros, los
periodistas, dejamos el micrófono de lado, para conseguir alguna pareja y
sumarnos a la fiesta.
Cuando
la banda anunció su última canción, todos gritamos diciendo que no queríamos
que se terminara. Después, con pena pero sin tristeza, les permitimos a los
músicos dejar el escenario. Así, nos miramos entre nosotros, con el consuelo de
que el año que viene una nueva fiesta nos espera.
…
El bailongo final
Por Layla Ohanian
Tal como lo había predicho la radio abierta, “Los
Paquitos” comienzan y con ellos arranca el bailongo. Los músicos con sus
guitarras, sus voces, su acordeón, su percusión, llevan a todos los que se encuentran
en el centro de la plaza a un baile de música colombiana que convoca a
adolescentes, grandes, chicos, profesores, y a todo aquél con ganas de bailar.
La música no para y los movimientos tampoco.
Se baila con el de al lado. Parejas, desparejas o
rondas. Ocho de la noche en la plaza: todo vale. Es simplemente tomar al de
lado, para dar una vuelta y bailar al ritmo de la cumbia colombiana que sale
del escenario. Cerca del final, llegan los boleros y la plaza se pone romántica.
Se siente en el aire una energía de que no acabe, de que siga hasta que salga
el sol. Para el final, “Los Paquitos”
cierran con una canción que mueve a todos y a cada uno y la gente aplaude y
aplaude.
Y ese fue el final. Ya la luna iluminaba, en compañía
de pequeñas lucecitas de colores que alumbraban la plaza. Después del todo el
día de pastito y sol, “Los paquitos” cerraron el Festival con un baile a toda
cumbia. Fue la frutillita del festival, y sí, se armó.
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La radio abierta
Acá estamos los que
hablamos
Por Rocío Sanchez Molina
Ya eran las 10 de la mañana del sábado 5
de octubre, cuando parte del equipo del taller se disponía a armar lo que sería
nuestro espacio en el Festival a lo largo de todo el día. Entre carteles,
banderas, estacas, telas y mates transcurrieron las primeras horas donde el
clima de nervios y ansiedad se sentía en el aire. Cuando llegaron las 13 la
locución del programa inició presentando el número de apertura del festival.
Desde ese momento y a lo largo de toda la tarde la actividad del taller no cesó
ni siquiera un minuto. Las tareas que llevamos adelante en el Festival fueron
variadas, entre ellas tomar fotos, y registros de todo lo acontecido junto con
recorridas de la plaza como los “mensajeros del festival”, tomando mensajes que
respondían a consignas como: “el aire trae” o “una plaza que”, las cuales más
tarde conformarían un poema colectivo.
La radio, además, fue la voz de todos
aquellos que quisieron pasar a dejar un mensaje para algún otro que se
encontrara también en la Plaza. La radio fue la voz de los alumnos, profesores,
directivos. La radio fue la voz de todos. Fue la voz del festival.
…
El
staff del Festival
Los stafferos
Por Dylan Bokler
El festival no se construye solo. Antes de que empiece oficialmente
el evento, desde bien temprano a la mañana, hay personas en la plaza ayudando a
que todo salga de la manera esperada. Gente predispuesta a ser parte de lo que
es el armado del evento conforma lo que es el “Staff del Festival”. Integrado
completamente por alumnos del Colegio de la Ciudad, que desde varias semanas
previas trabajan y discuten respecto del armado del mismo.
Los estudiantes se anotan en la oficina de talleres del colegio
con la intención de formar parte del staff casi con un mes de anticipación. Los
directivos del espacio de talleres eligen cuál va a ser el espacio que tenga
que coordinar cada uno de los inscriptos, tratando de ubicarlos en lugares
acordes a sus gustos. Cuando se acerca la fecha del gran día, se realiza la
primera reunión con todo el grupo. Aquí, chicos desde segundo año hasta quinto
se conocen tal vez por primera vez, unidos por un objetivo en común. En esta
importante reunión se le indica a los “Stafferos” su función en la plaza y
desde qué hora pueden estar presentes, ya que la mayoría tiene horarios
limitados debido a su participación en diversos espacios en el evento.
El espacio a coordinar nunca es individual sino colectivo. Los
días anteriores al festival se realizarán tareas de clasificación de materiales
para los diversos espacios, se pintarán y armarán objetos que se utilizarán en
el día, se charlarán y se indicaran tareas y puntos a seguir en el espacio
asignado de cada uno de nosotros.
Y ese día, desde temprano se empieza armar lo que va a ser El
Festival de Arte en la Plaza del Colegio de La Ciudad. El equipo va llegando en
el horario asignado y empieza a ayudar con el armado del mismo. El lugar clave
del staff es la carpa de “acreditaciones”, donde justamente los participantes acreditan
que llegaron y reciben su credencial correspondiente con la leyenda “Staff del
Festival” y la famosa remera habitual con las consignas del evento. Hay mucho
trabajo previo de organización y re organización para que todo salga de la
mejor manera posible.
Cuando la radio abierta anuncia que empezó oficialmente el
Festival, el equipo pone nuevamente manos a la obra y se ubica en el espacio
asignado anteriormente. La tarea es sencilla pero muy importante. Nuestra tarea
es la de encargarnos de que a los artistas allí presentes no les falta nada,
solucionar los problemas que puedan llegar a surgir y acompañar y ayudar a los
profesionales con cualquier cosa que necesiten. El staff está distribuido por
toda la plaza siempre dispuesto a ayudar y a despejar cualquier duda que
surgiera.
Este año fue el primero en que formé parte del Staff. Me tocó
junto a Carolina Bobrovsky coordinar el espacio de ciencia, que integraba
diversos talleres tales como las simultáneas de ajedrez, “Atracción fatal:
juegos y experimentos con imanes” y “Los científicos más locos del mundo”. Fue
una experiencia muy enriquecedora y por suerte todo salió de la manera
esperada. Estuvimos en momentos en los que se precisaba algo y pudimos
solucionar diversas situaciones que iban surgiendo. La verdad, tengo que
felicitar a todos los que formaron parte del Staff del Festival 2013, que realizaron
su tarea a la perfección e hicieron que el festival fuera una experiencia
absolutamente increíble.