jueves, 14 de noviembre de 2013

El Festival del Colegio de la Ciudad Arte en la Plaza 2013 ya pasó, pero muchas cosas quedaron. Entre ellas, un puñado de crónicas de los y las integrantes del Taller de Producción Periodística, que afinaron la observación y dieron rienda suelta al tecleo para dejar testimonio de tan hermoso día. (Fotos: Nico Mickey)


Se armó

 

Plaza en el arte

Por Abril García
 
 

Mañanita tempranita. Se huelen las ojeras de los que vinieron temprano y se ven los olorcitos del choripán empezándose a cocinar. Yami que organiza. Remeras del staff yendo y viniendo, se multiplican y van llegando los que lograron levantarse de la cama. Llegan Nico y su cámara, para registrar las primeras horas y ya todo se va formando.

¿Escenario? Listo. ¿Radio? Suena. ¿Choripanes? Calentitos. Actores a escena. Son ellos, los cuatro que van a inaugurar el Festival Arte en la Plaza 2013. Se los ve pasando de la carpa de materiales a un auto colorido y con globos. Avanza y simula entrar en la plaza. Salen ellos de a uno y cada uno con su show: una novia solterona, una Banana en Pijama, una surfista y un guía de safari. Tras generar risas y ambiente festivo, dan comienzo al Festival. Ya la radio hace sus menciones. Hay de todo y en el escenario van rotando ensambles y bandas: de Uruguay, del Colegio, de Tango, de Folclore, de Jazz.

Se ven abuelos con su taller de “juegos de antes”, nenes pintando y haciendo esculturas, telas decoradas, milongas, el PAMI bailando folclore.  Vuelan telas, plasticolas, brillantina, valeros, imanes, papeles, lápices, marcadores. Se ve una pelota que va y que viene, es el área del “Recreo”, donde el deporte tiene su lugar. Los circenses también vinieron, se cuelgan de telas y dan piruetas; y aparece Oye Chico en compañía con tambores y su saxo musicalizando el pasto.  Fotos que van, kermesse que viene, dibujos terminando, indumentarias que comienzan. La tarde sigue pasando y cada minuto es aprovechado.

Va cayendo el sol. “Las bujías de Hugo” suenan y el corazón del Festival se llena para ir terminando el día. Falta el bailongo y llega de la mano de Los paquitos. Todos bailando: Néstor con su sombrero, los actores maquillados, los abuelos que quedaron y los chicos que aguantaron hasta el final. Se llena la plaza de cumbia y se va cerrando una vez más el telón de una Plaza llena de Arte.

 

Una fiesta

Por Jacinta Fischerman
 


A las once de la mañana del sábado 5 de octubre, llegué a la plaza de 14 de Julio y Giribone. El sol salía por entre las nubes y la temperatura comenzaba a subir cada vez más. Había poca gente en la “25 de agosto”. Tijeras, tules, cámaras, cintas, alfileres y pelotas, eran algunos de los objetos que recorrían las manos de todos los organizadores. Los vecinos de Villa Ortúzar se acercaban, curiosos, preguntando por esta puesta en escena que crecía y crecía. Nosotros, los periodistas, les contábamos de este carnaval que se venía armando, mientras colgábamos la bandera que imponía la frase: “Acá estamos los que hablamos”.

A las 13 comenzamos a arengar a través de la radio abierta. Gritando y anunciando lo que se venía, no dejamos de hablar ni un solo segundo para que todos se acercaran al sector del escenario, en el que algunos chicos del taller de teatro actuaron, bailaron y cantaron, abriendo así el  Festival.

Después de la apertura, todo fluyó muy naturalmente. Las bandas se sucedían en el escenario, los chicos de “Redes Club de Circo” volaban y jugaban, la gente no solo observaba sino que también participaba de los talleres y nosotros seguíamos recorriendo toda la plaza, con nuestro relato radial y con pequeños paseítos que dábamos cada tanto. Estos paseítos buscaban tanto proveer de papel y lapicera a la gente que quería decirle algo a alguien en la plaza, como en pasear por los distintos talleres: Inventalingüas, Fotografía, Ajedrez, Pintura, Cerámica, Percusión y muchos otros.

Muy a nuestro pesar y sin que nos percatáramos, la luz comenzó a disminuir, y ese sol que se había animado a salir, volvía a esconderse nuevamente. Mientras escuchábamos la anteúltima banda, “Las bujías de Hugo”,  el frío comenzó a inundar la plaza y nosotros a convertir nuestro movimiento en baile.

Cuando “Los paquitos” subió al escenario, nuestro tímido baile se convirtió en el tan esperado “bailongo”. Profesores, alumnos, padres, hermanos y vecinos perdían su rol y su etiqueta, mezclándose en el mismo ritmo, en el mismo movimiento, casi como en un carnaval. La cumbia transformaba el frío y nosotros, los periodistas, dejamos el micrófono de lado, para conseguir alguna pareja y sumarnos a la fiesta.

Cuando la banda anunció su última canción, todos gritamos diciendo que no queríamos que se terminara. Después, con pena pero sin tristeza, les permitimos a los músicos dejar el escenario. Así, nos miramos entre nosotros, con el consuelo de que el año que viene una nueva fiesta nos espera.
 

 

El bailongo final


Por Layla Ohanian
 

 
Fue para el final del Festival. Después de un día arduo de talleres, bandas, radio y sol, la gente se fue preparando para el número final. Fueron los valientes que se quedaron hasta que cayó el sol, los que aplaudieron y recibieron a la última banda de la tarde: “Los Paquitos”.

Tal como lo había predicho la radio abierta, “Los Paquitos” comienzan y con ellos arranca el bailongo. Los músicos con sus guitarras, sus voces, su acordeón, su percusión, llevan a todos los que se encuentran en el centro de la plaza a un baile de música colombiana que convoca a adolescentes, grandes, chicos, profesores, y a todo aquél con ganas de bailar. La música no para y los movimientos tampoco.

Se baila con el de al lado. Parejas, desparejas o rondas. Ocho de la noche en la plaza: todo vale. Es simplemente tomar al de lado, para dar una vuelta y bailar al ritmo de la cumbia colombiana que sale del escenario. Cerca del final, llegan los boleros y la plaza se pone romántica. Se siente en el aire una energía de que no acabe, de que siga hasta que salga el sol.  Para el final, “Los Paquitos” cierran con una canción que mueve a todos y a cada uno y la gente aplaude y aplaude.

Y ese fue el final. Ya la luna iluminaba, en compañía de pequeñas lucecitas de colores que alumbraban la plaza. Después del todo el día de pastito y sol, “Los paquitos” cerraron el Festival con un baile a toda cumbia. Fue la frutillita del festival, y sí, se armó.



La radio abierta

Acá estamos los que hablamos

Por Rocío Sanchez Molina

 
Ya eran las 10 de la mañana del sábado 5 de octubre, cuando parte del equipo del taller se disponía a armar lo que sería nuestro espacio en el Festival a lo largo de todo el día. Entre carteles, banderas, estacas, telas y mates transcurrieron las primeras horas donde el clima de nervios y ansiedad se sentía en el aire. Cuando llegaron las 13 la locución del programa inició presentando el número de apertura del festival. Desde ese momento y a lo largo de toda la tarde la actividad del taller no cesó ni siquiera un minuto. Las tareas que llevamos adelante en el Festival fueron variadas, entre ellas tomar fotos, y registros de todo lo acontecido junto con recorridas de la plaza como los “mensajeros del festival”, tomando mensajes que respondían a consignas como: “el aire trae” o “una plaza que”, las cuales más tarde conformarían un poema colectivo.

La radio, además, fue la voz de todos aquellos que quisieron pasar a dejar un mensaje para algún otro que se encontrara también en la Plaza. La radio fue la voz de los alumnos, profesores, directivos. La radio fue la voz de todos. Fue la voz del festival.
 


El staff del Festival

Los stafferos

Por Dylan Bokler

 
 
El festival no se construye solo. Antes de que empiece oficialmente el evento, desde bien temprano a la mañana, hay personas en la plaza ayudando a que todo salga de la manera esperada. Gente predispuesta a ser parte de lo que es el armado del evento conforma lo que es el “Staff del Festival”. Integrado completamente por alumnos del Colegio de la Ciudad, que desde varias semanas previas trabajan y discuten respecto del armado del mismo.

Los estudiantes se anotan en la oficina de talleres del colegio con la intención de formar parte del staff casi con un mes de anticipación. Los directivos del espacio de talleres eligen cuál va a ser el espacio que tenga que coordinar cada uno de los inscriptos, tratando de ubicarlos en lugares acordes a sus gustos. Cuando se acerca la fecha del gran día, se realiza la primera reunión con todo el grupo. Aquí, chicos desde segundo año hasta quinto se conocen tal vez por primera vez, unidos por un objetivo en común. En esta importante reunión se le indica a los “Stafferos” su función en la plaza y desde qué hora pueden estar presentes, ya que la mayoría tiene horarios limitados debido a su participación en diversos espacios en el evento.

El espacio a coordinar nunca es individual sino colectivo. Los días anteriores al festival se realizarán tareas de clasificación de materiales para los diversos espacios, se pintarán y armarán objetos que se utilizarán en el día, se charlarán y se indicaran tareas y puntos a seguir en el espacio asignado de cada uno de nosotros.

Y ese día, desde temprano se empieza armar lo que va a ser El Festival de Arte en la Plaza del Colegio de La Ciudad. El equipo va llegando en el horario asignado y empieza a ayudar con el armado del mismo. El lugar clave del staff es la carpa de “acreditaciones”, donde justamente los participantes acreditan que llegaron y reciben su credencial correspondiente con la leyenda “Staff del Festival” y la famosa remera habitual con las consignas del evento. Hay mucho trabajo previo de organización y re organización para que todo salga de la mejor manera posible.

Cuando la radio abierta anuncia que empezó oficialmente el Festival, el equipo pone nuevamente manos a la obra y se ubica en el espacio asignado anteriormente. La tarea es sencilla pero muy importante. Nuestra tarea es la de encargarnos de que a los artistas allí presentes no les falta nada, solucionar los problemas que puedan llegar a surgir y acompañar y ayudar a los profesionales con cualquier cosa que necesiten. El staff está distribuido por toda la plaza siempre dispuesto a ayudar y a despejar cualquier duda que surgiera.

Este año fue el primero en que formé parte del Staff. Me tocó junto a Carolina Bobrovsky coordinar el espacio de ciencia, que integraba diversos talleres tales como las simultáneas de ajedrez, “Atracción fatal: juegos y experimentos con imanes” y “Los científicos más locos del mundo”. Fue una experiencia muy enriquecedora y por suerte todo salió de la manera esperada. Estuvimos en momentos en los que se precisaba algo y pudimos solucionar diversas situaciones que iban surgiendo. La verdad, tengo que felicitar a todos los que formaron parte del Staff del Festival 2013, que realizaron su tarea a la perfección e hicieron que el festival fuera una experiencia absolutamente increíble.